Torre Confinanzas. El entierro de toda lógica.

ARQUITECTURA Y CIUDAD
El entierro de toda lógica

OSCAR TENREIRO

S i hay algo que podría servir de símbolo de la actual situación venezolana sería ese barriomarginal-sobre-estructura-vertical-de-concreto-de-alta-tecnología que se ha venido formando, paso a paso, único en el mundo, en el centro de la ciudad de Caracas a pocos metros de las sedes de los bancos más importantes del país.

ImagenSe trata de la ocupación de la estructura de un edificio de oficinas que estaba en avanzado estado de construcción en 1994 en tiempos de la crisis bancaria venezolana. Iba a ser la sede de un centro financiero (Confinanzas) presidido por el Banco Metropolitano, que cayó arrastrado por la crisis. Tiene 46 pisos y 190 m. de altura y es proyecto de la oficina del Arq. Enrique José Gómez. Cuando se paralizó su construcción, el edificio se hallaba muy avanzado, con el muro cortina y los acabados externos en aluminio casi terminados.

Nunca ha estado claro por qué ese edificio permaneció abandonado durante todo el último período democrático de gobierno, pero, como ha ocurrido con tantas cosas, el Régimen actual continuó el abandono y lo llevó hasta el absurdo. Hasta convertirlo en el monumento más visible de la falta de lógica que ha minado la vida institucional venezolana reciente.

Durante años pasábamos junto a él interrogándonos sobre si podía haber razones para el abandono, hasta que desde hace unos diez años era evidente que poco a poco, desde dentro, se desmantelaba el muro cortina y los acabados exteriores para (era fácil deducirlo) revender el material a procesadoras de aluminio reciclado.

Un vandalismo altamente rentable que ninguna autoridad trató de impedir. Que abarcó también escaleras mecánicas instaladas, cables eléctricos, tuberías externas y miles de metros cuadrados de cristales de seguridad.

INVASIÓN Hasta que hace unos cinco años se produjo lo que desde la autoridad oficial se ha venido promoviendo en toda la extensión de la ciudad: un numeroso grupo de seguidores del Régimen, dirigidos por un célebre personaje, apodado “el niño”, quien desde entonces actúa como casero-dueño de la inmensa estructura, consumó una invasión. Comenzaron a aparecer, visibles desde los huecos dejados por el vandalismo en las fachadas, tabiques de arcilla, ventanas improvisadas, ropa colgando a secar. Todas las muestras típicas de las viviendas precarias de nuestros “barrios” marginales. Se ocuparon primero los pisos inferiores y se llegó más allá del piso veinte. El tráfico de personas entrando, saliendo, moviéndose internamente, se hace sorteando huecos para ductos mecánicos y como por supuesto no hay ascensores y las escaleras no tienen barandas, hay permanente riesgo de pavorosos accidentes (niños caídos al vacío) que han ocurrido con frecuencia. Se han improvisado sistemas de agua y drenajes de aguas negras que revelan, si uno alcanza a superar el estupor ante este descarnado manifiesto de explotación de la miseria, el ingenio típico de todo esfuerzo de supervivencia.

Sería demasiado largo enumerar las características de este insólito “asentamiento”, las tristes anécdotas de la difícil convivencia en condiciones de promiscuidad, las formas de organización que se han originado incluyendo moto-taxis que operan en las rampas del estacionamiento, el azote de la delincuencia, todas cosas denunciadas en el periodismo diario. Hasta se habla de que “el niño” es un delincuente reformado, practicante evangélico que llegó a fundar en uno de los pisos una capilla donde promueve la oración comunitaria. Y así por el estilo.

LO IDEOLÓGICO DERROTADO Y es lo ideológico lo único que puede explicar que el Estado haya tutelado este fenómeno tan insólito, aparte de que se quisiese atribuirlo a una monumental ineficacia en el ejercicio de la autoridad pública, imposible dada la naturaleza represiva del Régimen. Naturaleza que es selectiva, se orienta hacia los “enemigos” y tolera todo de los “amigos”. Y quienes protagonizaron esta invasión son amigos, su acción no incomoda a quienes, ideologizados, ven la ciudad como un campo abierto para la lucha de clases. Ese edificio, además, iba ser expresión del muy perverso capitalismo.

Degradarlo es un sinsentido que cobra sentido desde la ideología.

Pero su dimensión patrimonial es tal que lo ideológico pierde toda fuerza: esa estructura, el terreno donde se encuentra, una de las zonas más costosas de la ciudad, iba a ser sacado a subasta por el Régimen (se ha dicho) por 80 millones de dólares. Que la subasta hubiese tenido éxito es poco probable en un contexto de inseguridad jurídica como el que vivimos, pero esa enorme suma alcanzaría para solucionar las necesidades de vivienda digna de las 700 familias que allí viven y aún sobraría para servicios y un mínimo de 500 viviendas más. No hay prejuicio ideológico que oculte la obligación estrictamente racional de capitalizar ese patrimonio para orientarlo hacia la inversión.

Y aquí nos topamos con el descarnado drama venezolano: la optimización de los recursos del Estado no tiene ninguna importancia en términos ideológicos para quienes se empeñan en inventar una revolución cuyo verdadero sostén es el despilfarro abusivo de los recursos petroleros rentistas. Las desviaciones características de todo Petroestado se imponen: el dinero fácil permite ir contra cualquier lógica de sostenibilidad.

Quienes desde la Nomenklatura tienen el cinismo de hablar del laberinto político que los ha hecho privilegiados alegando que lo apoyan porque redime a los oprimidos y en tono de irresistible cursilería lo califican de muestra de amor, harían bien en considerar seriamente lo que este barrio vertical le dice a todos los venezolanos: aquí se ha enterrado la lógica a manos de la ambición de Poder.

oscartenreiro.com

Fin de semana
Sábado 21 de Julio de 2012 | 24
TalCual

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