Al desierto, igual que su maestro.

Al desierto, igual que su maestro.

Benedicto XVI, el Papa que muchos tildaron de “conservador y retrógrado” ha sorprendido al mundo con una decisión que tal vez muy pocos tendrían la valentía de tomar.
Una mente brillante aunada a una excelente preparación filosófica y teológica marcada por las Escrituras y por los Padres de la Iglesia, guiada además por un pensamiento esencialmente histórico, además del dominio de diez lenguas y de ser un virtuoso pianista. Su libro “Folosofía, Teología e Historia así lo patentiza. Alli expresa que la fe de la Iglesia debe fundamentarse en el aspecto liberador del Evangelio y en la tradición primitiva del cristianismo, en especial de los Padres de la Iglesia, de los que es posible hacer una re-lectura para el hombre de hoy.

Fue colega de Hans Küng en el año 1966, pero a un momento dado tuvo con él grandes divergencias. Su libro “Introducción al Cristianismo” refleja una claridad sorprendente, así como una profunda sinceridad en el señalamiento de aspectos que deben corregirse dentro de la Iglesia y del Papado; en algún momento fue malinterpretado por personas que lo utilizaron para cuestionarlo. Pareciera ésta ser una constante en su vida. Se distanció de los movimientos marxistas de los años 60 que en Alemania terminaron en serios disturbios a finales de los años 1968 y 69.
Fundó en 1972 la publicación teológica Conmunio, junto con Hans Urs Balthasar, Henri de Lubac y otros. Publicación que se ha convertido en una de las más influyentes del mundo. Publicada en diecisiete idiomas, alemán, inglés y español entre otros.

En marzo de1977 fue consagrado arzobispo de Múnich y Freising y luego en junio Pablo VI lo nombró Cardenal del título de S. María Consolatrice al Tiburtino. En 1977 se produce su primer encuentro con Karl Wojtyla, después de haber cruzado correspondencia, ideas y libros por muchos años con él. Como Profesor de Teología abría el acceso a sus alumnos, a pensadores que en aquél momento eran considerados de avanzada y por lo tanto inspiraban la desconfianza de la Jerarquía católica, tales como Yves Congar y Henri de Lubac, así como de autores protestantes como Karl Barth, Oscar Cullmann o Dietrich Bonhoffer. Esto le atrajo recelos dentro del ala conservadora de la Iglesia.
Defendía la necesidad de abrirse a un nuevo lenguaje, que partiendo del Evangelio conectara más con el mundo contemporáneo. En el Concilio Vaticano II, en un debate defendió la idea de la elaboración creativa de los textos con una nueva manera de exponer las verdades centrales del Cristianismo, como la Revelación o la Salvación.

Combatió la identificación del compromiso social cristiano en colaboración con las nuevas estructuras de poder revolucionario político que surgieron en latinoamérica. Condenó las más exacerbadas manifestaciones de la Teología de la Liberación, imbuída por las ideas extremistas de un maxismo que ya estaba en decadencia.
Siempre consideró que el Cristianismo va mucho más allá de la mezquina defensa de estructuras políticas y sociales que siempre serán pasajeras y que la fe cristiana es incompatible con sistemas de dominación y opresión, cualquiera sea su signo. Por eso denunció también los males derivados del Capitalismo y el Liberalismo occidentales.
Su obra pasará sin duda alguna, a formar parte del tesoro de la Iglesia al lado de los grandes Padres y Doctores de la Iglesia. Este nombre se le da a una serie amplia de escritores que va desde el siglo III hasta el Siglo VIII, que se caracterizan por la claridad de su doctrina, la santidad de vida y el reconocimiento de la Iglesia. Florecieron en Occidente, escribiendo en latín y en Oriente lo hicieron en griego, en armenio, copto, siríaco y árabe. Sus obras se sirven de la cultura griega y latina para explicar los misterios cristianos.
La Obra escrita de Ratzinger es sin duda alguna, una contribución valiosísima que contribuirá a acrecentar el patrimonio del pensamiento de la Iglesia.

Por Razones de su cargo J. Ratzinger ha escrito documentos de mucho peso que reflejan la postura de la Iglesia católica ante los problemas de diferente tipo que sacuden el mundo actual.
Le tocó estudiar la compatíbilidad de la Teología de la Liberación con la doctrina católica; así como prohibir el ejercicio de la enseñanza en nombre de la Iglesia a teólogos como Hans Küng, Leonargo Boff y otros españoles dicidentes de la Iglesia.

Esta sencilla nota no tiene pretención biográfica. Es sólo un homenaje nacido de la profunda admiración a una mente excepcionalmente brillante dedicada por completo al servicio de Cristo y de su Iglesia. Un sentido gesto de agradecimiento por las sabias orientaciones que supo imprimir a la Iglesia en el lapso de su pontificado y por el valioso legado de sus escritos, trabajo de toda una vida.

Al asceta y al mistico que hoy se retira a la soledad, igual que lo hacía Jesús cuando se iba a la soledad de la montaña o del desierto, le deseamos la plenitud de esa claridad interior que sólo emana de Dios. Que las largas horas de silencio sigan enriqueciendo su espíritu aún más, si es posible…y que allí nos encuentre a todos los fieles que continuamos en la misma barca, navegando en medio del oleaje turbulento del mundo en que nos toca vivir. Sus palabras seguirán como regueros de luz llegando a todos los rincones, pero su ejemplo conmueve, sacude el mundo, como la más exquisita prueba de generosidad, humildad y espíritu de servicio, cimentado en la fe firme de que es el Espíritu el que conduce a su Iglesia y que pese a todas las tormentas, “las fuerzas del infierno no prevalecerán contra ella”.

Julie Meucci M.
Caracas 1 de Marzo 2.013

 

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