El huevo de la serpiente

EL HUEVO DE LA SERPIENTE
CASI UN PAÍS

ImagenELIZABETH ARAUJO

Apenas llega a los 16 años, de modo que si menciono su nombre, alguna comisión de la Lopna podría citarme a declarar, por ejemplo, mientras un tribunal de menores, a petición del Ministerio Público, le abriría nuevo expediente a este diario. Así funciona la justicia revolucionaria y socialista en la Venezuela que, en tan mala hora, viene a presidir esta suerte de diente roto que usurpa sin méritos la condición de hijo dilecto de Hugo Chávez.

El punto es que Víctor Zambrano me llama para contarme, con la ira atravesada en la garganta, la tortura sistemática a la que fueron sometidos su hijo y los amigos en un cuartel de la Guardia Nacional de Barquisimeto, tras ser detenidos por protestar en la semana caliente que siguió al 14-A. Víctor estudió conmigo en la UCV y fue compañero de ruta del proceso revolucionario, hasta el día en que el finado líder decretó la expropiación de unos terrenos de Polar. A partir de entonces, él y su cuñado perdieron el taller mecánico que les proveía sustento. Su denuncia ha sido documentada en la prensa, pero aun así ni la Defensoría del Pueblo ni sus antiguos camaradas del PSUV les han contactado para aventarle al menos una palabra de solidaridad.

El hijo de Víctor formó parte de los 71 ciudadanos arrestados en Barquisimeto, y quienes, según el Foro Penal Venezolano, eran en su mayoría jóvenes de 17 a 22 años.

Antes de liberarlos pasaron por la humillación de desnudarlos, ponerles una gorra del PSUV y dar saltos de rana mientras gritaban vivas a Nicolás Maduro. El hijo de Víctor y dos de sus amigos se negaron a esa orden, y el precio de su rebeldía quedó estampado en nalgas y espalda. Si alguno de los presidentes de Unasur que acudieron a la toma de posesión se hubiera quedado para constatar ese triste espectáculo, no sé qué hubiera pensado. Al menos, Pepe Mujica, cuyos años de lucha contra la dictadura militar uruguaya le dejaron recuerdos semejantes, no se hubiera quedado callado.

Para quienes sufrieron en carne propia los atropellos de la GN en Barquisimeto y en otras partes del país, los intimidantes interrogatorios, aderezados de escupitajos y ofensas a las madres, no les queda otra conclusión que suponer que tal comportamiento fascista no es atributo exclusivo de Diosdado Cabello, sino que inevitablemente ha ido contagiando a los mandos militares encargados de sofocar manifestaciones de calle. Yo temo que se trate de un modo de actuación que precede a las dictaduras de militares que se creen con derecho de poner orden, y la Constitución les estorba. Como en aquella película de Ingmar Bergman, una maquinaria para aniquilar simboliza esta conducta y podría anunciarnos lo que viene: el huevo de la serpiente.

Tal Cual, 24/4/2013 , Pag.6, Politica.

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