El mundo es un torbellino y yo me muevo más lentamente

Gustavo Coronel

Están sucediendo las dos cosas. En la TV y en el cine las imágenes se presentan a mis ojos con una velocidad tal que, cuando estoy pensando en asimilar la primera, ya me presentan la cuarta. La combinación en el cine de grandes imágenes que cambian con espantosa celeridad y un sonido que aturde a quien ya tiene un 37.5% de sordera en ambos lados, me ha obligado a usar tapones en los oídos y a cerrar los ojos, cuando estoy a punto del vértigo. Indudablemente mis 83. 6 años representan una buena parte de la explicación pero el otro componente, el de la aceleración de los estímulos visuales y el acrecentamiento de los estímulos auditivos, son parte de un proceso paralelo que se ha venido gestando en los últimos 20- 30 años. Ese proceso tiene que ver con la progresiva incapacidad que muestra el ser humano de estar satisfecho con las cosas poco complicadas, con la suavidad de los sonidos y con el disfrute de los paisajes sencillos. Tengo la impresión de que no es solamente que los viejos nos estamos quedando sordos y ciegos sino que nuestros jóvenes necesitan ya estímulos visuales y auditivos cada vez más más intensos porque – sin darse cuenta – se han estado insensibilizando en materia de estímulos auditivos y visuales.

También ellos se están quedando sordos y ciegos, sin darse cuenta.

Experimentando este fenómeno recuerdo que Alvin Toffler, hace ya casi 50 años, nos lo había advertido. Nos decía: “mijo, prepárate para el choque del futuro”. Y la verdad es que  no le hice mucho caso. En los setenta estaba yo en mis 30-40 años y me creía dueño del mundo. Podía cenar en Nueva York, almorzar en Londres y regresar a cenar en Houston, con la sola ayuda de una ducha rápida y un cambio de ropa. Hoy ni siquiera tengo tiempo de saber adónde nos lleva Trump, si las Kardashian y Mariah Carey son de verdad o son plásticas o si la MUD es todavía la oposición legítima en Venezuela. ¡Todo va tan rápido!

Hace cuarenta años yo podía vivir un día adelantado al presente. Hoy estoy viviendo un día atrasado del presente.

Si no puedo acelerarme para alcanzar al mundo, he decidido tratar de decelerar el mundo a fin de poder alcanzarlo. ¿Y cómo puedo hacerlo? Suena absurdo.  Pero creo haber descubierto que mucha de la gente que me rodea es tan víctima de este fenómeno como yo. Y la gente es quien establece el ritmo del mundo.

Todo lo que tengo que hacer, entonces, es convencer a los demás que debemos decelerar el mundo y regresar a lo básico, lo fundamental.

Tomemos a Venezuela como ejemplo. ¿En relación con lo que está pasando en Venezuela, que es lo básico, que es lo fundamental?

Bueno, lo básico es que estamos en dictadura. Que el país está arruinado. Que nuestros niños de la calle, a quienes el difunto prometió recuperar, se han convertido en ladrones y asesinos porque no tienen más camino. Que Venezuela ha perdido toda credibilidad y todo prestigio en el concierto mundial de las naciones. Que la gente está comiendo basura y muriendo de mengua por falta de asistencia médica. Que las instituciones que se crearon para nuestra protección: Fuerza Armada y Poder Moral son hoy nuestros principales enemigos. Que el país está financieramente en quiebra.

La aceleración que hemos experimentado nos tiene aturdidos. Oímos voces que nos recomiendan dialogar con esta gentuza que está en el poder y nos sugiere acomodarnos a la “nueva situación”.  Democracia, libertad, ética, nos dicen, son conceptos difusos, que no tienen vigencia en la nueva época. Tenemos que ver hacia adelante. ¡Vamos a negociar! Y así todos podremos lograr lo que queremos: ellos, los que se van, podrán obtener su tranquilidad y guardar sus dineros mal habidos, viviendo en  París o la Vía Véneto. Nosotros, el resto de los venezolanos, podremos dejar de comer basura.

¿Les parece equitativo este arreglo?  Nos dicen: La humanidad se mueve rápido, amigos, no traten de demorarla. No pierdan el autobús. Hagamos un borrón y cuenta nueva.

Pero, yo digo que de demorar este loco ritmo es de lo que se trata. Cuando el mundo no se movía con la celeridad de hoy las dictaduras no eran objeto de acomodo sino de resistencia. Si hoy en día la ética sube por las escaleras y la corrupción por el ascensor, es preciso que le quitemos la electricidad al ascensor, mientras logramos alcanzar a los ladrones.

Con la aceleración que nos pronosticaba Toffler ha llegado una ola de corrupción y de indignidad al mundo que es preciso  tratar de lograr un cambio de ritmo que nos permita mantener la dignidad y el decoro como características fundamentales de la sociedad mundial. Si la aceleración significa la desaparición de esas cualidades éticas es preciso oponernos a ella. En Venezuela es preciso que impere la justicia, el castigo a quienes han arruinado al país. Si eso no se obtiene habremos caído en el mismo pantano de indignidad que ha caracterizado al chavismo.

http://lasarmasdecoronel.blogspot.com/2017/03/el-mundo-es-un-torbellino-y-yo-me-muevo.html

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