Idea de la Universidad

  • REINALDO ROJAS –

La Universidad es un concepto, una idea. Nacida en la Edad Media bajo la sombra de la Iglesia, su origen se remonta al siglo XIII. En París, la Universidad surge de la escuela catedralicia de Nôtre Dame, donde destaca Abelardo como el gran magister scholarum. Pero la más famosa es la de Bolonia, donde un maestro, Irnerio, enseñaba Derecho Romano y a él acudían estudiantes de todas partes de Europa, organizados en naciones, que llegaron a constituir lo que define a la Universidad en el tiempo: una universitas scholarium.

Hoy la Universidad es una organización fundada en la producción y difusión del conocimiento. Pese a su antigüedad, la Universidad sigue siendo el instrumento más idóneo para cumplir con las tres misiones que el filósofo español, José Ortega y Gasset le confería a la Universidad del siglo XX: combinar la función formativa de profesionales y la investigación científica con la trasmisión de cultura para que la Universidad fuera auténticamente Universidad. Pero lo que la diferencia del resto de instituciones educativas que forman parte de la Educación Superior en el mundo, es que la Universidad debe ser una organización fundada en la producción de conocimiento científico, técnico y humanístico.

Alrededor de la cátedra
Antes de ser una institución universal, porque universidades hay en todo el mundo, la Universidad se fue conformando históricamente en la Europa occidental alrededor de la cátedra, que es el lugar donde se sentaba el catedrático, pero que se refiere a la especialidad, asignatura o disciplina que dicta el profesor. Las cátedras dieron lugar a las Escuelas y estas a las Facultades. Nuestra Real y Pontificia Universidad de Caracas se fundó en 1721 con cuatro Facultades: la de Teología con tres cátedras; y las de Cánones, Leyes y Filosofía, con una cátedra. Sin cátedras y sin catedráticos no existe Universidad, como tampoco existe sin estudiantes ya que la Universidad es una comunidad académica que nace de la relación pedagógica entre alumnos y profesores.

En Bolonia los estudiantes formaron sociedades privadas para contratar a los maestros y a los doctores que, organizados en colegios, eran quienes conferían los grados. Los estudiantes, en busca de los mejores maestros, fueron los fundadores de la Universidad. Elegían al rector para que presidiera la corporación universitaria y lograron que la ciudad los acogiera y protegiera de la presión política y religiosa fundando, con ello, el principio de la autonomía universitaria. Esta Universidad de la Edad Media, monárquica, escolástica y estamental dio paso a la Universidad liberal y republicana del siglo XIX que sobrevivió a las revoluciones burguesas del siglo XIX y acompañó el ascenso y consolidación del mundo moderno, laico, urbano y capitalista del siglo XX.

En esta “era del conocimiento”, a la que hemos arribado con el siglo XXI, la Universidad ha tenido que adaptarse, volver a transformarse, sin perder su esencia. La Universidad de hoy viaja en la web, debe aprender a enseñar en la virtualidad y organizarse en red. En este nuevo contexto, la idea de cátedra es otra, ya que la ciencia es interdisciplinaria; los alumnos cuentan con toda la información disponible y los maestros deben dirigir su acción, más que a la difusión, a la gestión del conocimiento y a la formación de talento humano. La comunidad universitaria que se comunica por Internet, superando las distancias, es hoy una “comunidad virtual”.

En fin, todo un desafío que supone también una amenaza para la vieja Universidad presencial, clientelar y burocrática que tenemos, centrada en la distribución de cargos y el control presupuestario. Es allí donde vemos el origen de la crisis vital, de fondo, por la que atraviesa nuestra Universidad. La incapacidad que tiene de transformarse en una organización eficiente y eficaz en estas nuevas condiciones culturales, por el peso que arrastra la burocracia universitaria y el rol político que el propio Estado le ha dado a la Universidad.

Lo más grave
Una simple ojeada al Artículo 34 de la actual Ley Orgánica de Educación, aprobada por la Asamblea Nacional en agosto de 2009, el cual define el principio de la autonomía universitaria, nos coloca frente a la idea de la Universidad que nos rige, en contraposición con la Ley de Universidades de 1970, que aún está en vigencia. Lo más grave de este asunto es que desde 2010, las universidades venezolanas no han podido renovar sus autoridades por vía electoral debido a que la LOE define a la comunidad universitaria como una comunidad política, cambiando con ello el régimen electoral en la Universidad. Ante esta contingencia, la pregunta de fondo es: ¿En qué sentido nuestra legislación promueve una Universidad como organización del conocimiento? ¿Cuál es su idea de la Universidad?

El Universal – 4 Septiembre 2017.

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