Sombras y calina

Opinión

Sombras y calina

RAMÓN HERNÁNDEZ

E l ataque al Rectorado de la UCV y la recomendación oficial hecha en cadena de radio y tevé de leer El Estado y la revolución de Vladimir Ilich Uliánov, Lenin, no son hechos aislados, ambos se corresponden y tienen el mismo fin: la construcción de un régimen totalitario y la eliminación de cuajo de cualquier tipo de oposición, tanto de la existente como de la que pueda aparecer en el futuro.

Como en los primeros años de la Revolución bolchevique, pero con el agravante de que ahora sí se conoce que ese no es el camino del socialismo sino su negación, el Coba criollo se ha propuesto imponer una sociedad a la cubana, que a su vez es un bodrio estalinista desahuciado, pero no por simple equivocación, sino porque esa es la vía para detentar el poder indefinidamente.

Lenin le declaró también la guerra al intelecto, y a muerte. En el libro Lenin’s Private War. The Voyage of the Philosophy Steamer and the Exile of the Intelligentsia (St. Martin Press, New York, 2006) de la historiadora británica Leslie Chamberlain, que ahora Cadivi burocráticamente impide comprar, se cuenta un episodio poco conocido y que es el comienzo de la entronización del totalitarismo en Rusia, poco antes de que se le bautizara, en el invierno de 1922, como Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas. Por órdenes de Lenin, salieron expulsados de Rusia 220 intelectuales con sus familias, en 2 barcos de vapor.

Ahí iban filósofos, críticos literarios, religiosos, políticos, historiadores y matemáticos que no necesariamente eran enemigos del “proceso” o “contrarrevolucionarios”, pero que fueron escrupulosamente seleccionados. Eran pensadores, opositores en ciernes. La revolución se deshacía de la decencia cultural y de la independencia de pensamiento. De ahí vinieron los fangos que por más de 70 años embarraron el experimento bolchevique devenido en estalinismo, en vulgar dictadura personal.

Aquí y ahora se agrede la “casa que vence las sombras”, se descalifica a los críticos y se somete a juicios penales a los que se atrevan a valerse del humor para advertir a la sociedad sobre la calamidad roja-rojita que quiere convertir en tierra de mendicantes el sueño de los héroes civiles venezolanos, y sustituir a los poetas y a los profesionales de la ciencia por “curiosos”, “yerbateros” y “cantores populares, como si no se hubiese aprendido la lección, que un médico de barrio adentro, sin título ni sabiduría, Próspero Réverénd, mató a Bolívar. Sin luz ni moral.

eltejadoroto@hotmail.com.

El Nacional 20/03/10

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