Necropolítica

Papel Literario El Nacional
Necropolítica

NELSON RIVERA

E n efecto, la profanación se ha consumado. La más ansiosa de las lógicas del poder vigente, la de la apropiación sumaria, ha incorporado un nuevo trofeo. A las tierras, cabezas de ganado, fábricas de todo, líneas de producción, tecnologías, contratos, edificios, plantas industriales, equipos de televisión, hoteles, un teleférico, radios, silos, frigoríficos, cementeras, una cadena de supermercados y hasta una marca de café, le ha seguido, como un efecto más del mismo impulso, la apropiación de la armazón ósea de Bolívar.

Toma virulenta, despojo ejercido con la contribución palmaria de la fuerza, incautación sin proceso, arrebato, escamoteo: el régimen se adueña para hacer sentir la prepotencia de su poder propietario. Para dotar de más poder al poder mismo.

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Mecánicas forenses No acabará con la develación televisiva de los huesos de Bolívar. No podría acabarse, en tanto que la práctica arqueológica-forense es un signo de lo totalitario: vaya el lector a la Alemania nazi de 1935 e investigue los objetivos y las prácticas (los llamaban “los designios”) de un instituto que llevaba el nombre de Ahnenerber, que también promovía el ejercicio de una ciencia aplicada para los fines políticos de la dominación total de la humanidad (en este caso, las ambiciones de Adolf Hitler y Heinrich Himmler eran de más larga acrobacia: se proponían encontrar los fundamentos científicos para demostrar que la superioridad aria se remontaba a las más antiguas poblaciones que habían sobrevivido en el Ártico).

Lo que el régimen pretende acometer no se acoge al deseo de corregir la historia. Su apetito es incuantificable: quiere crear (recrear) un relato que se acomode a su anhelo mesiánico: una prosa inflamada que proclame al propietario como el agente salvador, como el único insustituible, como el regente de lo real y de lo posible.

La necropolítica es esto: un programa de aniquilación sistemática de todo referente, de toda opinión o institución independiente, de toda simbología. La necropolítica son las infamias recurrentes, el mapa de unos galpones distribuidos en todo el país en los que se cumple, con simultaneidad y precisión asombrosas, la putrefacción de los alimentos. La necropolítica es la secuencia que, con carácter periódico, invoca un supuesto plan magnicida.

Es la frase abominable que todos los días me dice, y le dice a usted, ciudadano lector, que nos toca elegir entre Socialismo (la muerte del individuo) o Muerte (que, debemos suponer, será una muerte propiciada por las manos del régimen).

Hemos llegado a una línea de rompimiento, a un umbral donde la atmósfera adquiere una oscuridad todavía más brumosa. Se ha cometido un operativo de profanación por un régimen que no distingue los límites de lo sagrado. Al objetivo de reescribir el pasado se corresponde el objetivo de fundar una nueva historia, de cambiar los términos en los que deben transcurrir nuestras vidas en ese socialismo que nos promete muerte o muerte (la multiplicación y apogeo de lo forense). Estamos advertidos: Stalin, Hitler y Mao quisieron rehacer el pasado y controlar el futuro. No lo olvidemos: quien se propone cambiar el guión del pasado, aspira a determinar e imponer la vida de todos. Y ese deseo, como sabemos, ocurre siempre como tragedia, es decir, sobre la sistemática destrucción de los cuerpos.

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