Educación universitaria: “Aquí está pasando algo, el qué no está del todo claro”

 Algo está sucediendo. Aunque para muchos pareciera no estar tan claro que existe una realidad global que enmarca cambios sustanciales en las formas de hacer y ver el mundo, pienso que para comprender lo que está sucediendo en la educación superior en relación con las universidades, es preciso identificar algunos patrones que aceleran el cambio y modifican las relaciones que conocemos comúnmente entre la educación superior y la universidad. Para ubicarnos La población alcanza los 7.830 millones de habitantes, sabemos que el 66% utiliza teléfonos celulares, casi el 60% son usuarios activos de internet y más del 50% está activo en redes. Es decir, vivimos en un mundo conectado. Sin embargo, también sabemos que América Latina sigue aquejada por una serie de problemáticas que permean los sistemas educativos, entre ellos, que aún 200 millones de esos habitantes en la región viven en la oscuridad digital. Así que las agendas globales y regionales tienen marcado como desafío garantizar la paridad tecnológica, el acceso a la sociedad del conocimiento y por descontado “los temas pendientes que arrastramos del siglo XX y que siguen relacionados con la cobertura, acceso, progresión y conclusión en los distintos niveles educativos.” El punto focal debe ser lograr sociedades cada vez más formadas y conectadas. Ahora bien Cuando hablamos de educación superior y la aproximación que venimos teniendo, pareciera que nos mantenemos atrapados en un concepto, en un tiempo, en un espacio, mientras que irremediablemente todo a nuestro alrededor cambia. “Las cadenas de comercio globales, los cambios demográficos, el cambio climático, la evolución exponencial de las tecnologías, el exceso de información que se genera cada segundo.” Cambios que sucedían antes de la declaración mundial de la pandemia, pero que con la nueva realidad, se han acelerado. Por ejemplo, un dato referenciado en la última cumbre latinoamerica de Educación Superior, Foxconn una de las empresas más grandes de China, considerada entre los 10 principales empleadores del mundo, automatizó en este año de pandemia, 60.000 puestos de trabajo para sustituirlos por robots. Es decir, que la ingeniería robótica y otras tecnologías innovadoras se están utilizando para reemplazar tareas repetitivas que antes hacían los seres humanos. Están modificando la curva de oferta y demanda laboral en el mundo. La mano de obra a bajo coste, que ha representado para muchos países una importante fuente de ingresos y movilidad social, debe de inmediato reconfigurar sus modelos. Esta masa laboral de gran escala está obligada a centrarse en tareas de mayor valor añadido. Esto sucede mientras el gobierno chino lanza una plataforma gratuita de aprendizaje en la nube con 7.000 servidores y 90 terabytes de banda ancha que permite que 50 millones de estudiantes se conecten simultáneamente y que puedan desarrollar competencias certificables vinculadas a la demandante realidad laboral.

Estamos hablando de equilibrio, perfecta vinculación entre realidad, necesidad e inversión social y educativa en un país con una de las principales economías del mundo. Si esto ocurre, es lógico pensar que lo que dábamos por conocido, los modos tradicionales en los que vivimos, y que en muchos casos, recordamos como el ideal imaginario, está obligado a cambiar. Incluso, y a pesar que geográficamente estamos en países menos desarrollados, con políticas inadecuadas y gestiones administrativas que han llevado a la destrucción del aparato productivo del país. Aún y así, estamos obligados a cambiar. Cuidado Porque podemos caer en la tentación de pensar que los cambios que se requieren, competen solamente a economías más desarrolladas y que nosotros nos debemos conformar con ser simples observadores. Esto no es así, el primer gran paso es reflexionar porque es eso lo que nos va a permitir generar el vector, espero inquietante, a partir del cual podemos pensar en un cambio.

Ahora volvamos a la realidad de la educación superior Los datos del Banco Mundial reflejan como sigue siendo aún muy bajo el porcentaje de acceso a la educación que tienen los estratos más deprimidos de la población, se sitúa acaso en un 10 %. Y aunque sabemos que existen tantas otras variables de índole social y económico, la educación superior tampoco ha presentado alternativas a esta realidad latinoamericana. Muy por el contrario, está desvinculada de otras opciones de formación que pudieran servir de alternativas: Subsistemas universitarios, programas cortos certificables, programas ofrecidos por plataformas en línea con el respaldo de instituciones de alta credibilidad, programas ofrecidos por la industria, por empresas y asociaciones que mantienen alianzas con proveedores institucionales. Como dato recordemos la declaratoria de la Unesco de 1997 La educación superior está conformada por los programas educativos “posteriores a la enseñanza secundaria, impartidos por universidades u otros establecimientos que estén habilitados como instituciones de enseñanza superior por las autoridades competentes del país y/o sistemas reconocidos de homologación”. Y sin embargo, nuestras universidades han creído que son y deben ser el único proveedor posible de conocimiento, lo cual hasta hace unos 15 años podía seguir teniendo sentido, pero hoy dada su estructura y naturaleza paquidérmica, está obligada a vincularse con nuevas estructuras ágiles que comprendan y se adapten rápidamente a los cambios. No entenderlo está representando un costo muy elevado para las universidades. Los últimos datos revelan en latinoamérica una tasa elevada en la deserción universitaria, que ha aumentado con la pandemia.

Estoy de acuerdo, que si bien es cierto, existen allí factores vinculados a la conectividad, ausencia de apoyo económico, necesidad de trabajar de inmediato por la situación económica, también sabemos que comienza a tener cada vez más tono, el que las instituciones de educación superior estén dejando de ser una opción inmediata para insertarse en el mercado laboral, por el modelo académico que siguen manteniendo en su oferta. Un factor adicional, las certificaciones que obtienen a los tres o cinco años, no incluyen los aprendizajes informales que incorporan día a día en espacios alternativos de formación, que no necesariamente dependen de las Universidades. Competencias que la Universidad no reconoce ni certifica, por la sencilla razón que no están descritas en los programas de estudio. De modo que ya estamos viendo cómo y de qué manera la solicitud de ingreso a las universidades es cada vez más baja. Nos estamos quedando sin modelo.

Hablaré de la Universidad que conozco, primero como egresada, luego como autoridad que durante seis años estuvo encargada de la cartera administrativa, en momentos donde el modelo ejecutivo de asignación del presupuesto ley aprobado, desde hace más de 10 años, ha sido insuficiente peor aún, nunca entregado. Así que, si lo vemos desde esta óptica, la Universidad es insostenible. Esperar por aquello que sabemos no va a llegar, es la manera más fácil de no avanzar a otros modelos de gestión sostenibles que nos haga menos dependientes y realmente autónomos de políticas inadecuadas basadas en otros fines. Hoy mantenernos en el mapa requiere no solamente que nuestros profesores sepan colocar contenidos en línea. Aunque este sea un gran avance, se requiere que el profesor cree verdaderas experiencias, conforme redes de aprendizaje, conozca los modos y las formas para conectar y enganchar al estudiante. Aquí quiero invitarles a leer el último texto de Bharat Anand: The content trap, verán que hoy el acento no está en la creación de contenidos, sino en el desarrollo de contenidos que conecta a los usuarios y a los servicios. El cambio al cual debemos apuntar no es cosmético. No. Estamos hablando de generar un nuevo modelo, que espero pueda seguir llamándose Universidad, pero de educación ulterior, que incorpore a esa estructura centenaria de la formación integral y libre del individuo, todas las variables actuales de la sociedad del conocimiento. No basta la conectividad en el campus, contar con los servicios básicos, mantener los jardines y dotar los laboratorios, si no se construye el modelo académico sostenible, de nada valdrá el edificio, el jardín, el aula. No seremos una opción. Punto. Las universidades en el mundo están construyendo alianzas con organismos, empresas, instituciones con estructuras más ágiles.

Las Universidades se están encargando de colocar en la mesa sus recursos humanos con experiencia investigativa, docente y extensionista, que curan y validan contenidos, están certificando competencias desarrolladas en cursos que tienen otras características, otros formatos, que no necesariamente están desarrollados en los espacios que usted y yo conocimos. De modo que, Si la Universidad no puede reaccionar de manera ágil, debe generar de inmediato alianzas con distintas estructuras que están preparadas para desarrollar programas que atienden la demanda inmediata, y que por su propia naturaleza puede complementarse con la Universidad como certificador de capacidades y habilidades.

Me gustaría concluir con el estudio prospectivo del Horizont Report 2021, en él se muestran, ante esta realidad, los cuatro escenarios posibles para las instituciones de educación superior. Un escenario de crecimiento, mantiene la trayectoria actual hacia un futuro en el que la educación superior se nutre en gran medida de las experiencias vividas, pero sigue dejando sin resolver algunos de sus problemas. Un escenario restrictivo, la educación superior continúa tal y como ha sido concebida, esperando que alguien dictamine que la pandemia ha concluido y que volvemos a los mismos esquemas que dejamos, con un papel disminuido. Un escenario de colapso, la educación superior se ve acosada por necesarias fuerzas de cambio que escapan a su control. Un escenario de transformación, el escenario de la transformación, donde la educación superior establece un nuevo paradigma exitoso. Es este escenario el que debemos subrayar y en el que deberíamos ubicarnos, para ello nuestros egresados son aliados fundamentales y piezas clave para acompañar no la visión de ayuda para erradicar la miseria, sino el aporte y la perspectiva para desarrollar estructuras cada vez más sostenibles.

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