Nunca mas

Del “no volverán” al “nunca más”

Juan Carlos Apitz

“Los victimarios quieren olvidar, en tanto que las víctimas no pueden olvidar. Por ello, las víctimas tienen derecho a olvidar, en tanto que los victimarios tienen la obligación de recordar”. Tzvetan Todorov

Esteban aterrizó en nuestra escena política como el anhelado vengador de nuestras frustraciones. Ahora bien, la figura del vengador, siguiendo una antigua tradición de la Grecia clásica, es un sentimiento trágico de la justicia. El vengador, víctima que se transforma en victimario, está en el centro de las tensiones y de las transacciones posibles entre la justicia y la reconciliación en una guerra civil.

La dialéctica de la víctima y el victimario también se estructura a través de otras figuras distintas y complementarias del vengador, como es la del “sobreviviente”, es decir, aquel a quien la victimización le ha enseñado que hay que estar dispuesto a subordinar todo otro valor al interés superior y único de conservar la propia vida. Más aún, la figura del sobreviviente es importante para entender al vengador en toda su complejidad emocional, ya que, también el vengador se representa a sí mismo con frecuencia como sobreviviente.

El vengador siempre está en guerra, pero en una guerra degradada cuyo motivo central es su sed de venganza, lo cual explica a su vez la degradación en sus métodos de lucha.

No es fácil cuantificar el odio. No es fácil saber cuántos son los que odian, ni cuál es su intensidad, ni de qué manera se retroalimentan el odio y la guerra. Mientras mayor sea el número de víctimas dejado por la guerra, y mientras mayor sea la injusticia, mayor será el acumulado de odio en la sociedad venezolana. En ese sentido, la guerra que adelanta el gobierno nacional, constituye un espacio ampliamente habitado, si no dominado, por el odio vindicativo y la rabia retaliatoria.

Sin embargo, una vez superada esta etapa chavecista de nuestra historia patria, habrá que plantearse en serio los asuntos del castigo y el perdón, la justicia y la reconciliación. Habrá que establecer una clara gradación y una jerarquización de los tipos de autoría y participación. Habrá que distinguir entre los líderes y planificadores, de un lado, y los ejecutores, del otro. Habrá que definir los agravantes, los eximentes y los atenuantes de la responsabilidad para los distintos grados y tipos de autoría y participación. Ahora bien, una fórmula de amnistía general e incondicional como expresión de un olvido oficial por decreto no tendrá suficiente aceptación. Habrá que hacer uso abundante de indultos particulares, lo cual implica que se habrán de llevar a cabo las investigaciones pertinentes, de manera que se garantice un grado mínimo de sanción social y de prevención, y se satisfaga el llamado derecho de las víctimas y de la sociedad toda a que se conozca la verdad. La exclusión o la rebaja de pena por delación deberá desempeñar un papel importante en ese difícil escenario, en la medida en que favorece el castigo de las cúpulas, ofrece impunidad para los rangos bajos y sirve de paso al derecho a la verdad. Habrá que definir dispositivos de cualquier índole para compensar a las víctimas. Éstos serán más necesarios cuanto mayor sea el grado y la generalización de la impunidad concedida a los agresores. Habrá que darle vida a una comisión de la verdad que sea, a la vez, un soporte para la justicia y para la reconciliación.

Quiera Dios que de esa manera la justicia y la reconciliación se concierten ambas para un “Nunca más”.

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