Unidad Religiosa

DESDE EL PRINCIPIO

Unidad religiosa
Américo Martín. Tal Cual digital. 19/11/2011. Pag. 8.

1 Que las ideologías duras sólo puedan sobrevivir como religiones es una convicción que me acompaña desde hace 30 años. Si en tanto que religión el marxismo quiso darse prórrogas agitando irracionalidades del sentimiento, lo que muestra el cansado caballo del socialismo bolivariano es el mismo ardid acompañado de patéticas alegorías.

Chávez no puede dialogar, eso lo comprendo, y menos puede hacerlo después de escuchar el debate de los 5. Su apuesta es la división profunda. Quiere separar a los venezolanos de manera que no puedan fraternizar. La reunificación postulada por la alternativa democrática va frontalmente contra su estrategia de confrontación.

¿Cómo entonces entrar en un proceso electoral basado en el silencio, la descalificación y los insultos? Imponiendo el silencio, descalificando e insultando. Todo lo que impida intercambios, bienvenido sea. Matar o morir es la consigna. Entenderse en cuestiones de interés general es inaceptable.

¿Por qué lo aceptan sus seguidores, de varios de los cuales se dice que han leído libros y acumulan experiencia política? No los ofenderé suponiendo que no estén al tanto de lo que viven. Saben que es irracional pero comprenden que en el territorio de lo racional no sobrevivirían, entre otras cosas porque tampoco lo haría el régimen al cual sirven. Por eso creo que su apego al vínculo emocional es para ellos lo único racional. Si para mantener el proceso hay que endiosar al Presidente, así será. Pero cuidado, de semejantes deidades el movimiento comunista se había deslastrado desde 1956.

En tal año Nikita Jruschov escandalizó al mundo con su informe al XX congreso del PCUS. Centró sus disparos en lo que llamó el culto a la persona. Lo que debía ser demolido era más que el recuerdo de Stalin, su modelo totalitario basado en una deidad infalible y omnipotente que debía ser cumplimentada con frenesí así se prodigara en maldades.

2 En el documento de Niñita ­a mi juicio­ aparecen cuatro deformaciones estalinistas que debían ser derogadas cuanto antes. Primera, dotar al líder de características comparables a las de un dios. Era el héroe de Carlyle, condenado por generaciones de marxistas, triunfando en la más notable de sus revoluciones.

Extraña jugarreta.

Segunda, la obediencia absoluta. Quien asomara no una discrepancia sino algún gesto inesperado quedaba, según Jruschov, sentenciado a la exclusión del mando y la aniquilación moral y física.

Tercera, la degradación de los disidentes. Stalin creó el concepto tormentoso de “enemigo del pueblo” como hoy se dice “apátridas al servicio del imperio”.

Cuarta, la confesión. Puesto que el sistema judicial era una ficción de marionetas, lo único que valía era arrancar autoinculpaciones mediante aislamiento, cárcel, humillación y torturas. Se hizo innecesario probar delitos u otorgar el humano derecho al debido proceso. Como en los primeros tiempos de la Inquisición para apoderarse de una persona era suficiente la acusación. Más de cinco siglos después Stalin bendijo esa práctica perversa. Y en Cuba y Venezuela sus divinidades la han consagrado.

Chávez, claro está, no es un lobo hambriento como Stalin pero los rasgos arriba descritos le resultarán muy familiares a los venezolanos de este tiempo.

3 Presidente, ¿seguirá usted con la mala costumbre de citar libros que no ha leído? Preocupado por el desempeño de la MUD, la marcha de las primarias y el impacto del debate protagonizado por los candidatos a desplazarlo del poder, se le ocurrió llamarlos ­a falta de municiones en la faltriquera­ los “cinco” jinetes del apocalipsis. A menos, digo yo, que el escritor español Vicente Blasco Ibáñez sea un impostor, los del apocalipsis mencionados por él eran cuatro, no cinco, señor.

Hasta no faltan malpensados que los vean más afines a usted que a los educados oradores del debate. El primer jinete apocalíptico es el que se hace pasar por Cristo, un falsario disfrazado de divinidad. El segundo destruye la paz esgrimiendo una gran espada que probablemente no sea réplica de la de nuestro Libertador.

El tercero es la muerte, destino común de nosotros, los animales humanos. Y el cuarto las enfermedades que podrían abrumarnos si el alcalde de Libertador no se decide a recoger la basura de la Caracas de Bello y Pérez Bonalde.

Los cinco jinetes del debate (los cuatro apocalípticos se los dejo a usted) cumplieron la tarea y ahora la unidad es más sólida en tanto que el desconcierto gubernamental toca el cielo. El contraste impresiona: mientras aquí se debate sin insultar a nadie y sin perjuicio de la unidad, allá nadie habla; atemorizados, le entregaron el alma a un jefe dado a descubrir magnicidios en todos los rincones. Nuestro Presidente tiene un problema. No enfrenta las oposiciones desunidas de Nicaragua, Ecuador o Argentina, sino una alternativa unida y dotada, también ella, de fuerza religiosa.

¿Una religión la unidad democrática? No en el sentido de las iglesias, por supuesto, pero estructurada alrededor de la fe. La idea no es mía. La postuló José Carlos Mariátegui, el más célebre de los comunistas americanos Comprendiendo que su causa no avanzaría amparada por dudosas teorías, soltó el exabrupto de que el comunismo era una religión.

Vamos, José Carlos. Lo que haya sido quedó sepultado en 1989 bajo de los escombros del Muro de Berlín. En Venezuela, lo que sea el socialismo siglo XXI recibirá lo suyo el 7 de octubre de 2012.

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