Contrafigura y violencia.

Contrafigura y violencia

Arquitectura y ciudad.
OSCAR TENREIRO

No sé de Nelson Mandela más de lo que casi todo el mundo sabe. Pero agrego dos cosas. Una, que Fidel Castro quiso convertirlo en su símbolo mientras Mandela estaba en prisión, y así su nombre y su tragedia fueron tema de la propaganda cubana hasta su liberación en 1990. Castro le concedió poco después, en 1992, la Orden Nacional José Martí, y dejó de hablar de él cuando vio que se distanciaba del totalitarismo y la represión.
La otra tiene que ver con mi impresión cuando visité Suráfrica hace unos años.
Mandela, como hombre de reconciliación y acuerdo entre todos los grupos sociales, es un Líder querido por todos, rodeado de un enorme respeto que ha sido clave para la solución de muchos de los problemas derivados de las tensiones y la estela de odio que dejó un régimen político opresivo. Su ejemplo moral trascendió a su país y se proyectó hacia el mundo.
Y hablo de Mandela, hoy en estado grave de salud, porque su historia personal debería hacernos reflexionar mucho a los venezolanos.
Porque Mandela salió de prisión con todo el derecho moral o ideológico, apoyado en su condición de líder de una mayoría aplastante, para arrasar con el sistema político imperante, alimentando la utopía de un Estado nuevo nacido de las cenizas del que lo había privado de su libertad durante un cuarto de siglo. Y escoge sin embargo el camino de la reconciliación, entiende que esa es la única posibilidad de construir un destino político estable. Y logra entonces el milagro de un cambio político profundo, radical, sin agitar odios o proponer ajustes de cuentas. Y su figura, en virtud de ese sorprendente coraje y la carga moral que lo acompaña, se agigantó hasta convertirlo en una figura universal.

CONTRAFIGURA
Es un trayecto político y moral radicalmente opuesto al de nuestro Ausente.
Aquí, nuestra contrafigura usó el ropaje del amor y sacrificio por los humildes, para, desconociendo nuestra diversidad, asumir su tarea redentora como una constante prédica de división y odio hacia el adversario. Se apoyó además en un festín de dádivas (minucias para los dólares petroleros) para captar adeptos y sostenerse en el Poder mientras su Régimen distribuía riqueza fácil a toda suerte de privilegiados mediante contratos, comisiones y prebendas.
Así que podría decirse que el núcleo ideológico central de su movimiento político es administrativo, porque se centró en la dádiva financiada con petróleo pagado por los países ricos desdeñando el verdadero avance social: el estímulo a nuestra débil tradición productiva. Trajinó los símbolos del populismo latinoamericano y se empeñó en construir un sistema jurídico revolucionario. Su personalidad seductora y su apego a las viejas consignas de la izquierda lo hicieron luz y guía de revolucionarios otoñales y antisistema de aquí y de afuera, todo ayudado por la cesta de regalos del excedente de riquezas rentistas.
¿Qué deja aparte de lemas de redención y amor al pueblo, mar de palabras inocuas frente a la crisis económica que acecha? Empresas socialistas fracasadas o en crisis; tierras expropiadas e improductivas; una catarata de leyes represivas (de alquileres, de venta de carros, de precio justo, etc.) carentes de toda lógica económica; una organización popular (Juntas, Comités, Comunas) ya asaltada por la corrupción, que por excluyente y tutelada exige un contexto totalitario. Y el sentimentalismo acompañado de lágrimas públicas para captar las simpatías del pueblo que creyó en un hombre, el hasta siempre comandante y pajaritos enviados desde el más allá.
Pero no es posible olvidar que nos deja también la violencia política. Resumida en aquel arranque en televisión nacional: A esos estudiantes me les echan gas del bueno, gritó.

VIOLENCIA POLÍTICA Y CRIMINAL
¿Puede la violencia política generar violencia criminal? Sí, desde luego, cuando se institucionaliza, cuando forma parte de una política de Estado. En primer lugar porque el que ejerce la violencia política es un criminal, y en este caso un criminal protegido. Y porque cuando se promueve la violencia política como medio de conservar el Poder no hay forma de ponerle límites. Sólo sería posible hacerlo al alcanzar el Poder Totalitario. Mientras tanto se expresa sin control.
Por eso es posible decir sin eufemismos que una buena parte de la violencia criminal en la Venezuela de hoy es producto de la violencia política que ha caracterizado a la “revolución bolivariana” y cuyo principal impulsador fue el Ausente. Baste el ejemplo de los colectivos armados y violentos que ha patrocinado el Régimen, entre ellos los muy conocidos “La Piedrita”, en el barrio 23 de Enero de Caracas, o “Alexis Vive” y el “M28” que actúan en la Universidad Central de Venezuela, practicantes de la más evidente violencia armada, incluidos actos de terrorismo que nunca han sido investigados. Se justifican por su fidelidad revolucionaria, calificada por ellos mismos. Se les permite armarse incluyendo la posesión de bombas lacrimógenas y se supone reciben apoyo económico que por supuesto dista del que reciben los privilegiados del Régimen. ¿Cómo evitar entonces que para completarse traspasen las fronteras hacia el crimen, el secuestro, el tráfico de drogas, tal como ocurre en los mismos cuerpos policiales, mucho más controlados? Y este vínculo entre Poder y crimen llega hasta las cárceles. Ponga usted en Internet “discoteca en las cárceles venezolanas”, y verá.
Mucha de la violencia criminal que sufrimos es pues, sin duda, una herencia política. Y está muy claro para la pequeña y gran historia que ella ha sido parte importante del modo de proceder del Régimen.
¿Acaso el heredero ha cambiado ese esquema o ha dado señales diferentes? ¿No basta oír los insultos y amenazas de los miembros de la camarilla?

Tal Cual. 6/4/2013. Fin de semana Pag.23.

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